Nuestras Ciudades, Nuestros Políticos

Como primera entrada voy a publicar este artículo de opinión escrito por mi para una pequeña revista de la Escuela de Arquitectura de Valladolid:

No sé si habéis tenido tiempo de leer el último número de la revista “Pasajes: Arquitectura y crítica” [me refería al nº 76]. Si no, os comento lo que me he encontrado en su sección de “Noticia” porque estoy seguro de que, aunque no lo hayáis leído el tema os resultará familiar.

Explican el caso concreto de dos proyectos construidos, uno en un pueblo de Ciudad Real y otro en la ciudad de Granada, que según los autores de estos artículos eran bastante atractivos, en el primer caso, es el tratamiento de una plaza y el segundo la intervención en un hueco de la muralla Nazarí de Granada. La noticia que nos ofrecen es la decisión de demoler estos proyectos tomada por los respectivos ayuntamientos debido a la gran cantidad de críticas que la opinión pública ha surtido sobre ellos.

Antes dije que seguro que os sonará el tema, porque historias como esta se están sucediendo en la mayoría de nuestras ciudades. Me refiero a proyectos de remodelación urbana más o menos atractivos, que generalmente tampoco son demasiado ambiciosos en su tamaño (vienen a ser remodelaciones de grandes parques a lo sumo) pero que inmediatamente despiertan las críticas de la opinión pública y generan un revuelo en la ciudad.

Yo vivo en Palencia, y he vivido de cerca un caso similar hace bien poco tiempo. El céntrico parque del salón de Isabel II ha sufrido hace poco una remodelación que necesitaba desde hace mucho tiempo. La propuesta, por más o menos atractiva que personalmente me parezca (todos podéis juzgarla si echáis un vistazo al nº 26 de la revista a+t) ha sido desarrollada por la arquitecta Carmen Espegel, que por daros alguna referencia es una palentina que da nombre, junto a Berriochoa, a una de las cátedras verticales de proyectos de la universidad politécnica de Madrid, y tiene varios premios nacionales por sus dos obras más conocidas que son unas viviendas sociales y de realojo en Madrid y una vivienda unifamiliar de acero cortén. Pero es que además este mismo proyecto ha sido finalista del premio nacional de arquitectura “FAD 2005” y del V Premio de arquitectura de Castilla y León” del Colegio de arquitectos. Pues bien, el problema aparece cuando el partido político que se encuentra en la oposición (ni siquiera diré cual de los dos es porqué no tiene mayor importancia) decide que uno de los puntos por el que atacar al alcalde es la remodelación de este parque (todavía en construcción en esta época), puesto que según ellos atenta contra el estilo isabelino del parque existente, un parque que lejos de ser de principios del s.XIX (estilo romántico isabelino), ha ido sufriendo múltiples intervenciones que lo habían desvirtuado por completo. A partir de este punto parte de la opinión pública comienza a volverse en contra del parque y aparecen opiniones en los periódicos locales como esta:

“Por mucho que digan que es modernista, que se ha puesto para no estar en la cola de Europa en lo que a urbanización se refiere, A MI NO ME GUSTA NADA.

Eso no pega en Palencia. El estilo isabelino al que estábamos acostumbrados, además de más estético, demostró durante muchos años ser más práctico que el almacén de hierros mal puestos que hay ahora.
Claro, que tampoco me extraña nada... Sólo hay que ver la casa que hizo Carmen Espegel a su propia familia al lado del Bar Alaska. Desentona con el resto de la Calle Mayor. Para no parecer paletos, como alguno llama a la gente con gusto isabelino, ¿deberíamos quitar el encanto de la Calle Mayor y poner edificios insulsos y fuera de tono?
Ha habido quien ha llegado a comparar la reforma del Salón con la construcción de la Torre Eiffel en París. Decían que en su día causó revuelo y que ahora nadie duda de su belleza. Pues bien, siento parecer inculto, pero la Torre Eiffel tampoco me gusta. Es un pegote de hierros mal puestos, por mucha fama que tenga. Será curiosa de ver y desde arriba se verá todo París, pero estéticamente es bastante fea.

Pero, claro, con el tiempo que han tardado en hacer nuestra controvertida reforma y con el dineral que ha costado, prefiero que se quede como está porque no me fío ni un pelo de ningún otro cambio”.

El desenlace de este conflicto es terrorífico: al poco tiempo de terminar la fase principal de la remodelación el parque el partido de la oposición organiza una recogida de firmas en contra del proyecto, se obliga al ayuntamiento a eliminar unas “casetas de chapa que parecen urinarios” en las que se ubicaban quioscos y otros servicios y sustituirlas por la típica caseta hortera de quiosco y las casetas de colores de las heladerías, todas las luces que se encuentran en el suelo o a menos de 3m. de altura son destrozadas… no os lo podéis imaginar.

Yo no quiero con este artículo juzgar una obra de arquitectura, sino intentar exponer un problema mucho más profundo que es puro reflejo de la sociedad en la que vivimos y que está envolviendo la arquitectura. La política se ha convertido en una guerra de partidos, en la que todo vale si eso te lleva al poder. La democracia actual hace tiempo que dejo de ser una exposición de distintas ideas y opiniones sobre los problemas de la sociedad que la gente respaldaría con su voto, para empezar a ser una vorágine de personas ávidas de poder y con la capacidad de manejar la opinión pública a su antojo en pro de unos valores e ideales totalmente desvirtuados. Todas las utopías terminan en fracasos por la propia condición humana.

Y ante estos acontecimientos, ante esta atmósfera que rodeara nuestros proyectos ¿cómo deberemos responder como arquitectos? A todos nos va a tocar enfrentarnos con estos problemas, puesto que no es algo que tenga visos de solucionarse inminentemente. Una idea está clara, la mayor parte de la arquitectura en general, pero sobre todo este tipo de intervenciones urbanas, adquieren sentido al responder a unas necesidades de espacios públicos de determinada sociedad. Pero las dudas surgen en cuanto empiezas a reflexionar. ¿Debemos someter nuestra arquitectura a esta opinión pública, es decir, dar a la sociedad lo que está demandando, o por el contrario debemos pelear por los proyectos y las ideas que estamos convencidos (por conocimiento de los problemas, no por capricho) que son mejores?, ¿Por qué esta opinión pública presta más atención a los políticos que a los profesionales en la materia?, ¿Por qué la conciencia social de la sociedad es tan cerrada?, ¿Realmente solo los arquitectos ven en la remodelación de un parque la posibilidad de ir más allá de elegir una farolas y bancos bonitos?, ¿Realmente los arquitectos que están construyendo nuestras ciudades ven más allá de esto?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Podriamos hablar de muchisimos otros ejemplos de intervenciones y remodelaciones urbanas polémicas, pero en estos momentos se me viene a la mente un caso en concreto que me parece que puede venir a la medida: el centro Georges Pompidou. Una de las obras cumbre de la arquitectura del S.XX y que en el momento de su construcción puede que fuese aún más polémico que la propia Torre Eiffel! Quizás su estética sea cuestionable, quizás sea un elemento extraño respecto del contexto que le rodea... cada uno puede decir si le parece bonito o feo, pero todo el mundo ha de reconocer que es un edificio que funciona. Y lo que es mucho mejor aún, es un edificio que crea vida urbana. Hay cosas que son incuestionables y desde luego sustituir un fragmento de ciudad insalubre y en ruinas por un edificio que ha creado una plaza urbana para el disfrute de los ciudadanos, un polo de cultura y arte en pleno centro de una ciudad... Nadie puede poner en duda que el Pompidou funciona y lo hace muy bien!

Con éste ejemplo quiero comentar un poco mi visión acerca del tema que expones: cuando una intervención urbana es cuestionada desde un punto de vista estético hay que defenderse siempre desde un punto de vista funcional. En este tipo de casos creo que es bueno aferrase a la parte objetiva de nuestra profesión. Es claro que el salón de Palencia funciona perfectamente como parque y como espacio urbano de relación social... y eso es lo que importa!Si alguien quiere cuestionar la estética que lo haga, pero desde luego de una forma no tan abiertamente partidista e ignorante como demuestra el periódico local... pienso que para poder criticar también hay que saber de lo que se habla, no creen?

Nada más que felicitarte por tu blog!

Sergio Martínez dijo...

Estoy totalmente deacuerdo contigo Marcos, en que cualquier intervención (tanto urbana como arquitectónica) debe responder en primer lugar a un programa funcional, y que el verdadero fracaso aparece cuando esto no se consigue.

Gracias por tu comentario y espero que no sea el último.

Shinnee dijo...

Ya lo lei en su momento, pero es un tema que sigue de actualidad.

Estoy de acuerdo en que cualquier buen proyecto se puede defender en términos de funcionalidad, primera finalidad de la arquitectura. Pero desde esta profesión no creo que debamos detenernos ahí.

Si equiparamos la arquitectura "que funciona" a la arquitectura popular, por otra parte tendríamos la arquitectura singular, que en cada época ha venido asociada al poder. En esta arquitectura no entraban sólo en juego los valores prácticos y económicos, sino que siempre ha habido un componente de innovación.

En la actualidad esa barrera se ha desdibujado. Los parques ya no son para que los burgueses vayan a pasearse, y los edificios públicos sirven a la ciudad y la sociedad. Pero no se puede hablar de ellos sólo en términos de funcionalidad, o nos comemos la mitad de la cuestión.

El Centro Pompidou, que ha comentado marcos, me parece buen ejemplo. No sólo es que funcione, es que en su momemento se trató de un edificio que materializaba una forma de pensar (la función como forma, etc). Lo malo de querer representar a la sociedad, es que esta no es un sujeto único, y que alberga infinidad de corrientes de pensamiento. Podrá haber más o menos gente de acuerdo, pero el edificio es un testimonio de la arquitectura como practica artistica muy importante.

El Salón no sólo funciona, sino que lo hace usando un lenguaje compositivo y unas herramientas que la corriente arquitectónica del momento reconoce como valiosas. Si estos individuos quieren discutir sobre lo bonito o feo que es, adelante. Yo no renunciaré a defenderlo en esos mismos términos, como persona más capacitada culturalmente, y respaldada por la opinión de la comunidad arquitectónica.